Un entrañable amigo que vive en Washington D.C. me compartió la «pesadilla» que, según él, se vive en Estados Unidos desde que regresó al poder el presidente Donald Trump, firmando órdenes ejecutivas contra los inmigrantes, o por pasar la motosierra a los servidores públicos, iniciar una guerra de aranceles, el retiro de su país de la Organización Mundial de la Salud, del Acuerdo de París, generando conflictos con empresas como TikTok, Google y Meta. Otro hecho más preocupante: el asedio a las universidades para que no matriculen a determinados ciudadanos extranjeros o estadounidenses.
Cuando decidí compartir con los lectores de Diario Libre el tema de conversación con el amigo, relativo al nerviosismo y la incertidumbre que está viviendo esa sociedad, que para millones de ciudadanos del mundo es su paradigma, comencé a buscar un título para esta historia.
Lo que me llegó a la memoria para establecer un parangón entre este momento que vive Estados Unidos y otros hechos pasados, recordé aquel símil que de manera brillante plasmó el dramaturgo y guionista, Artur Miller, cuando presentó el guión recogiendo el momento único de la caza de brujas que en Estados Unidos se desató contra «los comunistas», post Segunda Guerra Mundial, tomando de ejemplo la historia ocurrida en los pueblos germánicos entre los siglos XV y XVll cuando fueron ejecutadas o quemadas miles de mujeres bajo la sospecha de ser brujas.
En su guión, Miller recrea las historias en la obra de teatro «Las brujas de Salem«, comparando el momento histórico vivido por los estadounidenses con la caza de brujas desatada por el senador Joseph R. McCarthy, que se conoce como la era del macartismo desatada en 1950. Miler estuvo en la lista negra por ser «comunista».
Profesionales de todo tipo, políticos y no políticos, padres de familia, figuras de la sociedad civil, empresarios y hasta los estudios de Hollywood fueron levantados por la persecución irracional del macartismo, que arruinó familias, empresas, personas y conculcó derechos civiles.
Mi asombro fue mayor, luego de hablar con mi amigo, cuando leí en un diario internacional que la Universidad de Harvard, una o la más prestigiosa del globo, sometió a la justicia a la administración Trump antes que arrodillarse a las exigencias inéditas a las que son sometidos los centros de altos estudios de los Estados Unidos.
Si ciertamente los demócratas desde el poder ejecutaron toda suerte de políticas públicas disparatadas, que debilitaron las áreas que hicieron grande a Estados Unidos, al parecer la remediación de aquellas falencias más que enderezar lo torcido, se percibe como retaliación con dosis de egocentrismo.
Harvard es, hasta ahora, la única universidad cuyo presidente, Alan M. Garber, ha dado la clarinada por las recientes medidas de la administración que decidió congelar 2 mil 200 millones de dólares de fondos federales, lo que acarrea graves consecuencias para los pacientes, estudiantes, docentes, personal administrativo e investigadores. El más prestigioso centro académico denunció que le exigieron los informes universitarios sobre antisemitismo y prejuicios antimusulmanes, generados desde octubre del año 2023.
Como ocurrió con el macartismo en la década de 1950, que persiguió gente inocente, la caza de brujas llegará a su fin. En aquella lista negra estuvieron Bertolt Brecht, Dalton Trumbo, Robert Openheimer, Thomas Mann, Frank Sinatra y el periodista Edward R. Murrow, entre otros famosos. Cuando la comisión del Senado, encabezada por el senador de Wisconsin McCarthy, le preguntó a Charlie Chaplin qué quería dar a entender en un discurso cuando dijo: «camarada», Chaplin respondió, «exactamente eso. Busqué la palabra en el diccionario. Los comunistas no tienen la exclusividad de esa palabra».