Con el anuncio del nuevo entorno digital se abren numerosos desafíos: desde la gobernanza, a la seguridad, pasando por la privacidad o los sesgos de los algoritmos. Y hay que abordarlos antes de que, nuevamente, el interés general vaya muy por detrás de la capacidad de las compañías tecnológicas
En noviembre de 2021, Mark Zuckerberg decidió rebautizar su empresa Facebook como Meta y trazó así la hoja de ruta que seguirá la compañía en los próximos años: el metaverso. La composición de la palabra proviene del griego «meta», que significa más allá, unido a la palabra universo. Más allá del universo conocido. El diccionario Merriam Webster lo define como «un mundo virtual altamente inmersivo donde la gente se reúne para socializar, jugar y trabajar». Para Zuckerberg, el metaverso es «un entorno virtual en el que puedes estar presente con personas en espacios digitales, (…) una especie de internet físico donde vives la experiencia desde dentro en vez de mirar únicamente. Creemos que este será el sucesor del Internet móvil».
No es la única compañía que quiere lograrlo. Otras como Microsoft, Nvidia y Roblox también quieren liderar el negocio del metaverso. El CEO de Microsoft, Satya Nadella, hablaba recientemente sobre un «metaverso empresarial» formado por réplicas digitales, entornos simulados y realidad mixta: «Con el metaverso, el mundo entero se convierte en el lienzo de tu aplicación». Bloomberg Intelligence calcula que la oportunidad de mercado para este puede alcanzar los 800.000 millones de dólares en 2024. Su impacto será tectónico, previsiblemente, en todos los sectores. Bank of America ya lo incluye entre las 14 tecnologías que van a revolucionar nuestra vida. Zuckerberg ha apostado el futuro de Facebook a esta tecnología y va a invertir 10.000 millones de dólares al año para hacerla realidad.
Los cambios se aceleran y la carrera por la anticipación a las transformaciones afectan ya a todas las áreas del negocio corporativo. Las marcas líderes se están preparando, por ejemplo, para actualizar sus identidades de marca para adaptarse al nuevo entorno virtual para atraer el estilo minimalista de la Generación Z y los Millennials que es muy probable que se unan al movimiento.
Un recorrido a través del concepto
Pero ¿qué es el metaverso? ¿Qué significa? ¿Y cómo afectará, por ejemplo, a la política tal y como la conocemos? Apunto algunas ideas.
El metaverso no es un concepto nuevo. Lo hemos conocido en la literatura de Neal Stephenson, en su novela de ciencia ficción Snow Crash, o en la película Ready Player One, producida y dirigida por Steven Spielberg. Hemos visto también como ya se ha materializado en plataformas como Second Life, Fortnite, The Sandbox, Decentraland y Somnium Space, entre otras, dando la oportunidad a sus usuarios/as de crear en un territorio virtual gigante y moverse en él. De hecho, a finales de 2021, un terreno virtual de The Sandobox fue adquirido por unos 3 millones de euros, transacción que hoy ostenta el récord de mayor inversión en tierra digital.
Algunos metaversos ya han sido creados, pero no en la que será su forma definitiva. Como explica muy bien Gustavo Entrala, el metaverso nace de la suma de una serie de innovaciones tecnológicas existentes, pero que nadie ha juntado todavía de forma armónica. Es un puzzle que aún está por armar, compuesto por cuatro piezas: la realidad aumentada, la realidad virtual, la inteligencia artificial y la tecnología blockchain. La idea de metaverso hiperrealista de Facebook incluye, por ejemplo, el «seguimiento de la postura corporal», la «dirección de las pupilas» o un «sistema de sensores magnéticos» alrededor del torso.
En la década pasada, el mundo virtual y paralelo de Second Life ya había despertado un enorme interés en el escenario político, pero todas aquellas predicciones radicalmente transformadoras se desvanecieron, aunque muchos políticos vieron en aquella iniciativa un nuevo medio para explotar en su acción política, un paso más para acercarse a sus posibles votantes, junto a las páginas web, los blogs, fotoblogs, vídeoblogs, podcast o chats.
Un ejemplo concreto fue la intervención en rueda de prensa, dentro de Second Life, del congresista demócrata George Miller. Presentó su plan «100 hours» para promover nuevas leyes en una adaptación virtual del edificio del Capitolio de Washington, D.C. y declaró que Second Life era la esperanza para que otros miembros lo usaran con el objetivo de aumentar el interés y la participación de los ciudadanos en el Congreso.
Años después, todas estas experiencias sucumben a la irrelevancia y al humo de las sobre expectativas. Se pinchó la burbuja. ¿Sucederá lo mismo con el metaverso? Algunos analistas creen que sí.
Primeras iniciativas
Mientras, son varios los políticos e instituciones que han empezado a comprender la relevancia del metaverso y otros espacios virtuales en la vida de sus votantes. Andrew Yang, que fue candidato demócrata por la alcaldía de la ciudad de Nueva York a inicios de 2022, realizó una conferencia de prensa con su propio avatar en Zepeto, una de las plataformas de metaverso. En 2020, Joe Biden y Kamala Harris lanzaron un mapa personalizado de su programa Build Back Better with Biden en el videojuego Fortnite. También ese año, la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez realizó un recorrido virtual en el juego Animal Crossing.
Gobiernos y embajadas de algunas partes del mundo han empezado a explorar también las oportunidades del metaverso y el entorno virtual que lo rodea. En Catalunya, el gobierno de la Generalitat, junto a la Cámara de Comercio de Barcelona, lanzaba CatVers, un metaverso catalán, que buscará ser un espacio digital para desarrollar actividades y promover la cultura catalana. Barbados, uno de los trece países que constituyen las Islas del Caribe, creará la primera embajada en el metaverso para impulsar la diplomacia digital. Su objetivo es activar proyectos en este espacio y brindar servicios digitales a los usuarios y usuarias, como visas electrónicas. En esa misma línea, el gobierno municipal de Seúl, en Corea del Sur, será el primer gobierno local en unirse al metaverso, bajo el nombre de Metaverse Seoul, el cual proporcionará varios servicios, como una oficina virtual del alcalde o un laboratorio fintech.
Tal y como ha ocurrido con otras innovaciones tecnológicas emergentes, el metaverso será un espacio más donde la política deberá estar presente. Un espacio en el que las y los votantes interactuarán unos con otros, consumirán productos y servicios, se informarán, ¿votarán? Pero también, y de momento, aparece como un espacio «de ‘posibilidades ilimitadas’ que promete el nuevo universo digital y estarán regidas por una gobernanza caótica y por algoritmos sesgados que no reflejarán la complejidad del mundo físico», como advierte Santiago Iñiguez de Onzoño, presidente ejecutivo de IE University en Madrid: «Los riesgos del metaverso han sido destacados por varios analistas como Kyle Chayka, y se centran en gran medida en la falta de transparencia, honestidad y responsabilidad de las personas detrás de los avatares que lo habitarán».
Mientras,la edición de este año del Consumer Electronic Show de Las Vegas ha sido un buen foro donde descubrir lo que vendrá o ya está llegando tal y como recoge el informe de Wunderman Thompson Intelligence: coches para desplazarse por el metaverso, wearables para vivir con más intensidad un videojuego, auriculares que se controlan con el pensamiento, televisores que se adaptan a nuestra capacidad de visión, etc. La fusión virtual y física de todas nuestras experiencias parece una realidad cada vez más próxima.
La política y el metaverso
El metaverso abre numerosos desafíos, desde la gobernanza a la seguridad, pasando por la privacidad o los sesgos de los algoritmos. Y hay que abordarlos antes de que, nuevamente, el interés general vaya muy por detrás de la capacidad de las compañías digitales a desarrollar productos y servicios sin regulación. Pero también nos ofrece algunas pistas sugerentes, con muchos ángulos controversiales, pero que se deben incorporar en la vida política democrática, si queremos que su anclaje con la cotidianeidad sea un elemento de vínculo y de servicio público. Apunto tres pistas.
La gamificación de la vida, mucho más que un juego. Jugar y competir irrumpe en la comunicación política y electoral, como sucede en Brasil con Kandidatos, un juego que apareció en 2020 y que está revolucionando el país, no por su calidad sino por su originalidad. Las campañas electorales y comunicativas del futuro se concebirán, también, como combates culturales y lúdicos y no solo estrictamente ideológicos o programáticos. La sintonía cultural, como la emocional, con los candidatos y candidatas es un gran espacio para la nueva comunicación y un potente elemento de proximidad y vinculación. El juego y la competición online han colonizado el consumo cultural, y ahora el político.
La identidad múltiple. Un tema resbaladizo y no exento de grandes cuestionamientos. Pero, en el metaverso, la identidad múltiple (roles, avatares, perfiles) permitirá explorar relaciones y experiencias que pueden permitirnos simular retos políticos que abran debates que no siempre podemos, o sabemos, afrontar en tiempo físico. Por ejemplo, como afirma Iñiguez de Onzoño, «la democracia directa, que nos permitiría evaluar si estas decisiones colectivas generarían los mejores resultados, si los usuarios tienen suficiente información, si los criterios para votar son justificables y si existen disfunciones indeseables similares a las del mundo real».
La experiencia inmersiva. La creatividad y la innovación en el metaverso se abre a experiencias multisensoriales que, junto con los avances del blockchain y la inteligencia artificial, nos permiten sentir y vivir universos paralelos, pero reales en nuestro conocimiento. La vida en el metaverso podría proporcionar una experiencia más profunda y envolvente que incluso los videojuegos o las películas. No estaríamos interactuando con pantallas, estaríamos en la pantalla. Estas vivencias nos pueden permitir tomas de conciencia políticas, geopolíticas y/o socioeconómicas que aumenten nuestro grado de compromiso, control o fiscalización de la realidad real. También, digámoslo todo, alienaciones que nos descontextualicen de la realidad hasta sublimarla y convertirla en un artificio sin responsabilidad ni vínculo con los demás.
Sea como fuere, el metaverso obliga a la política democrática a una reflexión que no puede ser pasiva, resignada o ignorante. Será un espacio en el que, probablemente, las y los electores pasarán parte importante de su tiempo (desde la educación a las relaciones personales, profesionales o económicas), por lo que no hay tiempo que perder. Ricardo Palomo Zurdo, Catedrático de Economía Financiera, afirma que “las salas de reuniones o las aulas virtuales en el ámbito educativo permitirán experiencias de trabajo y de aprendizaje equivalentes a los simuladores de vuelo de hace años.” Es hora de innovar, de adelantarse… ¿también en la política?
Al preguntar a Sonia Pacheco de la empresa Globant cómo explicaría qué es el metaverso, la responsable de la estrategia de comunicación y marketing para la región EMEA (Europa, Oriente Medio y África), de una de las compañías más poderosas e influyentes de ingeniería de software y tecnologías de la información y la comunicación (TIC) de Latinoamérica, afirmaba: «Es un universo donde se mezcla lo físico con lo digital, una nueva dimensión en la que se te permite hacer esa fusión y donde está todo por crear y por construir, donde uno puede ser quien quiera y dar rienda suelta a su creatividad».
En la vida real, uno no siempre puede ser quien quiera y dar rienda suelta a su creatividad. Pero, si queremos que la política democrática sea el eje que vertebre el interés general y el debate público, hay un nuevo espacio público que se está construyendo de manera profundamente transformadora. Mejor estar desde el momento inicial, entenderlo y cocrearlo.
Antoni Gutiérrez-Rubí, asesor de comunicación