El aumento de la temperatura del aire global provoca que casi cinco mil meteoritos asentados en la superficie de la capa de hielo de la Antártida desaparezcan cada año, confirmó hoy un estudio publicado en Nature Climate Change.
La indagación, a cargo de un equipo de investigadores de Suiza y Bélgica, señala que esa pérdida tiene implicaciones importantes pues «los meteoritos son muestras únicas de cuerpos extraterrestres que brindan información sobre el origen de la vida en la Tierra y la formación de la Luna».
Para finales de siglo habrá una pérdida de meteoritos cercana a las tres cuartas partes de esas rocas presentes en el continente en un escenario de alto calentamiento, puntualiza el texto.
Añade que para 2050, alrededor de una cuarta parte de los 300 mil a 800 mil meteoritos estimados en la Antártida se perderán debido al derretimiento de los glaciares.
La Antártida es el lugar más productivo para encontrar meteoritos y en sus capas de hielo han sido encontrados alrededor del 60 por ciento de todos los meteoritos estudiados en la Tierra.
«Necesitamos acelerar e intensificar los esfuerzos para recuperar los meteoritos antárticos. La pérdida de meteoritos antárticos es muy parecida a la pérdida de datos que los científicos obtienen de los núcleos de hielo recolectados de los glaciares en desaparición: una vez que desaparecen, también desaparecen algunos de los secretos del universo», explicó Zekollari, un profesor asociado de Glaciología en la Vrije Universiteit Brussel.
El informe en Nature explica que mientras aumenta la temperatura atmosférica, también lo hace la de la superficie del hielo, y así se intensifica la pérdida de esas rocas.
«Cuando las temperaturas del hielo están muy por debajo de cero, los meteoritos oscuros se calientan tanto con el sol que pueden derretir el hielo directamente debajo del meteorito; y a través de este proceso, el meteorito cálido crea una depresión local en el hielo y con el tiempo desaparece completamente bajo la superficie», señala el informe.
Para llegar a esas conclusiones, los expertos europeos utilizaron inteligencia artificial, observaciones satelitales y proyecciones de modelos climáticos.