El regreso de la arquitectura informática

Imagen Ilustrada
Imagen Ilustrada

Podría pensarse que los ordenadores modernos ya superan al cerebro humano, pero aún les queda mucho camino por recorrer.

Los ordenadores, que se convirtieron en parte inseparable de nuestras vidas hace unas ocho décadas, se han hecho más rápidos y pequeños, pero su arquitectura básica no ha cambiado. Sigue habiendo una parte que almacena la información: la memoria (RAM o memoria de acceso aleatorio, y el disco duro). Otra parte, la CPU o unidad central de procesamiento, procesa la información.

Pero ahora, el Profesor Asociado Shahar Kvatinsky, del Instituto tecnológico Technion de Israel  de Haifa, presenta una alternativa estructural. Ha unido las funciones de “pensar” y “recordar” en una sola unidad, ha construido una red neuronal en el hardware de un chip y, como prueba de concepto, le ha enseñado a reconocer letras manuscritas. Los resultados de su estudio se han publicado recientemente en la prestigiosa revista Nature Electronics con el título “A memristive deep belief neural network based on silicon synapses”.

“Nos gusta describir un ordenador como un ‘cerebro’, pero un hardware totalmente separado para almacenar información y para utilizarla no es como funciona un cerebro orgánico”, explica Kvatinsky, que es miembro de la Facultad Viterbi de Ingeniería Eléctrica e Informática del Technion.

Desarrolla hardware neuromórfico, circuitos electrónicos inspirados en arquitecturas neurobiológicas presentes en el sistema nervioso. La idea de este tipo de ordenadores se desarrolló por primera vez en los años 80 en el Instituto Tecnológico de California, pero la evolución tecnológica moderna ha permitido avances considerables en este campo desde entonces.

¿Están los ordenadores modernos superando al cerebro humano?

Se podría pensar que los ordenadores modernos ya están superando al cerebro humano, puesto que un ordenador ya ha derrotado a los mejores jugadores humanos de ajedrez y Go. Aunque la respuesta es “sí”, AlphaGo, el programa que derrotó a múltiples maestros de Go, dependía de 1.500 procesadores y costaba 3.000 dólares de electricidad por partida. 

El consumo de energía de los jugadores humanos para la misma partida ascendía a un bocadillo, más o menos, y ese mismo jugador también es capaz de hablar, conducir y realizar otras innumerables funcionalidades. A los ordenadores aún les queda mucho camino por recorrer.

En colaboración con Tower Semiconductor, el principal productor mundial de soluciones de semiconductores analógicos de alto valor que suministra en circuitos integrados analógicos a más de 300 clientes de todo el mundo en los sectores de automoción, medicina, industria, consumo, aeroespacial y defensa, entre otros, Kvatinsky y su equipo diseñaron y construyeron un chip informático que, como un cerebro orgánico, lo hace todo. Almacena la información y la procesa. Este chip también es sólo hardware, lo que significa que su programación no está separada, sino integrada en el chip.

Lo que hace este chip es aprender: en concreto, aprender a reconocer la escritura a mano, una proeza lograda mediante algoritmos de creencia profunda. A diferencia de la mayoría de los chips neuromórficos investigados en la actualidad, que utilizan tecnologías emergentes no convencionales, éste se basa en tecnología comercial fabricada por Tower Semiconductor.