El ritmo del envejecimiento en los humanos depende en parte de la predisposición genética individual. Sin embargo, el ejercicio y el sedentarismo podrían jugar un papel más importante en la longevidad de lo que se acostumbra a pensar, de acuerdo con la ciencia.
Varios estudios han demostrado que la actividad física y la reducción del tiempo sedentario son importantes para lograr un envejecimiento saludable. Además, una actividad física moderada se ha asociado con un menor riesgo de mortalidad y, por otra parte, el sedentarismo con uno mayor. En este contexto, científicos estadounidenses se plantearon si estas asociaciones variaban en función de diferentes niveles de predisposición genética a la longevidad.
De este modo, Alexander Posis, de la Escuela de Salud Pública y Ciencia de la Longevidad de la Universidad de California, y su equipo midieron la actividad física de 5.446 mujeres estadounidenses mayores de 63 años a quienes les realizaron un seguimiento hasta 2020 para determinar el índice de mortalidad. Sus resultados fueron consignados en un estudio publicado en 2022.
Durante el experimento, las participantes llevaron, al menos una semana sin interrupción, un acelerómetro científico, dispositivo que ayuda a comprender la velocidad a la que se mueve un objeto o una persona, y que se tomó como base para medir su nivel de actividad física y el tiempo de sedentarismo. También se sometieron a pruebas genéticas.
Luego de contrastar los datos del acelerómetro y la información genotípica, los investigadores encontraron que la actividad física tenía un mayor efecto sobre la esperanza de vida de las mujeres que los genes. Resultó que, independientemente del nivel de predisposición genética a la longevidad, la tasa de mortalidad de las encuestadas que hacían ejercicio con regularidad fue, en promedio, más de un 50 % inferior respecto a las predominantemente sedentarias. Así, por ejemplo, dentro del grupo de mujeres con genes asociados con periodos de vida prolongados, aquellas que pasaban más de 10 horas al día sentadas tuvieron casi tres veces más probabilidades de morir que las que lo hacían 8 y 9 horas.
«Nuestro estudio demostró que, incluso si no se tiene una larga vida según los genes, se puede prolongar la esperanza de vida adoptando hábitos de vida positivos, como hacer ejercicio con regularidad y pasar menos tiempo sentado. Por el contrario, incluso si los genes predisponen a una vida larga, mantenerse físicamente activosigue siendo importante para alcanzar la longevidad», subraya el doctor Aladdin H. Shadyab, coautor de la investigación.
Los autores son conscientes de que sus hallazgos tienen algunas limitaciones y que la complejidad del tema de la longevidad «justifica estudios adicionales» para comprenderla mejor. Si bien los resultados aún deben verificarse con otras nuevas investigaciones que incluyan hombres, ya que otros informes han encontrado que la longevidad y la vejez están relacionadas también al sexo biológico, las conclusiones de Posis y Shadyab son un motivo para pensar seriamente en la necesidad de mantener un estilo de vida más activo.