¿Cuántas formas hay de demostrar el amor que uno tiene por alguien? Algunos lo escriben en las paredes, otros mandan cartas y otros diseñan con árboles una guitarra gigante, en pleno campo argentino.
Es la historia de Pedro Martín Ureta, un hombre de 73 años que vive en General Levalle, provincia de Córdoba, y que como homenaje a su difunta esposa, fallecida con sólo 25 años, creó en su rancho esta verdadera obra de arte natural, formando con cipreses y eucaliptos una guitarra de casi dos kilómetros, que rodea su casa y terrenos.
Su historia comienza cuando la joven pareja de Pedro, Graciela Yraizoz, paseaba en avión por los campos cercanos. Entonces, observó que los árboles de un rancho vecino creaban la graciosa forma de un cubo de ordeñar. Eso le dio la idea de hacer lo mismo en sus terrenos, con la forma de su instrumento favorito: la guitarra.
Pero Pedro Ureta era un granjero ocupado e ignoró el deseo de Graciela. «Hablémoslo después», le decía. Hasta que no hubo otros «después»: la mujer sufrió un aneurisma cerebral que terminó por matarla. Los hijos de Ureta afirman que, entonces, su padre sintió gran arrepentimiento. Se volvió un ser mucho más espiritual (hasta leyó de budismo) y decidió poner a la familia en la empresa de cumplir el sueño de su madre.
No fue una tarea fácil, ya que luego de consultar a muchos paisajistas, que miraban a Pedro Ureta con cara de «usted está loco», la familia plantó cada uno de los árboles con sus propias manos y durante años se ha preocupado de hacerlos crecer. Los niños se ponían en fila, a una distancia de tres metros, y con la ayuda de los peones de su padre enterraban los árboles. Así, una y otra vez, en innumerables ocasiones.
Tuvo que replantar muchas veces y proteger los árboles de las liebres y cuyes silvestres con mallas y rejas. Finalmente, el trabajo dio sus frutos y la guitarra empezó a tomar forma. Todo esto sucedía mientras el hombre criaba solo a sus cuatro hijos, los que crecían a la par de los árboles.
Gran parte de la guitarra, incluido el cuerpo en forma de ocho y la boca de la guitarra en forma de estrella, está formada con cipreses. Para las cuerdas, plantó seis filas de eucaliptos, cuyo tono azulado ofrece un contraste visible desde arriba.
Pedro Ureta nunca ha visto su guitarra desde el cielo, porque les tiene miedo a los aviones, pero son muchos los que se animan a dar paseos aéreos por sus terrenos para observar la enorme guitarra de árboles.