La depresión mayor afecta aproximadamente a unas 400 millones de personas alrededor del mundo, resultando en un trastorno que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), representa una de las principales causas de discapacidad global.
El neurocientífico Andrew Huberman, profesor de la Universidad de Stanford, abordó esta enfermedad en su podcast Huberman Lab, donde explicó avances científicos y estrategias prácticas para mejorar la calidad de vida de quienes la enfrentan. Según el experto, la depresión mayor implica mucho más que una tristeza profunda. Se manifiesta a través de síntomas variados que afectan la energía, la motivación y la alimentación.
“Hay una falta general de capacidad para disfrutar las cosas”, explicó, al referirse a la anhedonia, uno de los síntomas centrales del trastorno. La comprensión actual de la depresión incluye factores biológicos, hormonales y genéticos, además de intervenciones médicas.
Impacto a nivel mundial y sistemas cerebrales afectados
De acuerdo con los datos mencionados para Huberman Lab, la depresión mayor afecta al 5% de la población mundial, lo que equivale a una de cada veinte personas. “Es la cuarta causa de discapacidad a nivel global”, señaló el especialista, subrayando su impacto transversal en todos los grupos sociales y etarios.
Entre los síntomas más comunes se encuentran la fatiga, los despertares nocturnos, la pérdida de apetito y los pensamientos negativos persistentes. Estas manifestaciones, según Huberman, no dependen solo del estado emocional, sino de alteraciones en los sistemas neuroquímicos del cuerpo.
La neurociencia identificó tres neurotransmisores clave en la depresión: norepinefrina, dopamina y serotonina. La primera está relacionada con la energía y la atención; su déficit genera letargo. La segunda interviene en la motivación y el placer, y su disminución se asocia directamente con la anhedonia. La tercera regula aspectos emocionales como la tristeza o la culpa.
Factores hormonales y genéticos
En otro aspecto, el neurobiólogo también abordó el rol de las hormonas tiroideas, cuyos niveles bajos están presentes en cerca del 20% de los casos, y que pueden contribuir a la fatiga y lentitud metabólica.
En algunos pacientes, la suplementación hormonal mejora el cuadro clínico. El cortisol, hormona vinculada al estrés, suele estar elevado en personas con depresión, especialmente en horas nocturnas, lo que incrementa la vulnerabilidad ante el estrés crónico.
En cuanto a la genética, estudios en gemelos idénticos citados por Huberman revelaron una probabilidad del 50% de desarrollar depresión si uno de los hermanos la padece. No obstante, aclaró que la genética actúa como un factor de riesgo, no como un determinante absoluto, ya que las condiciones ambientales también influyen.
Fármacos tradicionales y su evolución
Los tratamientos farmacológicos avanzaron con el tiempo. Los antidepresivos tricíclicos y los inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO) fueron los primeros medicamentos efectivos, aunque con efectos adversos considerables. Más recientemente, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), como fluoxetina (Prozac) y sertralina (Zoloft), se convirtieron en opciones comunes.
Huberman advirtió que la efectividad varía en los pacientes: “Para un tercio de las personas, no hay beneficio; para otro tercio, sí hay alivio de algunos o todos los síntomas”, resaltando la importancia de la personalización del tratamiento.
Estrategias prácticas: ejercicio, frío y nutrición
Además de la medicación, existen intervenciones prácticas respaldadas por la ciencia. El ejercicio regular demostró ser una herramienta poderosa. “El ejercicio regular es conocido por ser una conducta activa contra la depresión”, señaló el especialista.
Otra estrategia sugerida es la exposición al frío, como las duchas frías, que pueden estimular la liberación de norepinefrina. Sin embargo, en cuadros severos, la falta de energía puede dificultar su práctica. En cuanto a la nutrición, el especialista recomendó la suplementación con ácidos grasos omega-3, en particular el ácido eicosapentaenoico (EPA), con una dosis mínima de 1.000 miligramos diarios.
También mencionó la creatina, utilizada comúnmente en el ámbito deportivo, que mostró beneficios en el estado de ánimo. Una investigación relacionadasugirió que puede potenciar el efecto de los ISRS, especialmente en mujeres.
Terapias emergentes: ketamina, psilocibina y dieta cetogénica
Entre los tratamientos más recientes se encuentra la ketamina, que demostró efectos rápidos en casos de depresión resistente. Con respecto a esto, explicó: “Permite a los pacientes tomar distancia de sus emociones negativas”.
La psilocibina, sustancia psicodélica presente en ciertos hongos, también generó resultados prometedores. Un análisis publicado por JAMA Psychiatry mostró cambios en el estado de ánimo en entre el 50% y el 70% de los participantes. “La psilocibina mostró mejoras significativas en el estado de ánimo en estudios clínicos”, afirmó el neurocientífico.
La dieta cetogénica, baja en carbohidratos y rica en grasas, fue otra estrategia mencionada. Según Huberman, esta dieta puede equilibrar la acción de los neurotransmisores GABA y glutamato, favoreciendo la neuroplasticidad y el bienestar emocional, especialmente en pacientes que no responden a tratamientos convencionales.
Recomendaciones y enfoque integral
Pese a los avances, Andrew Huberman advirtió que la depresión mayor es un trastorno complejo, y que no todas las estrategias son viables ni efectivas para todos los pacientes. Por ello, recomendó siempre consultar con profesionales y aplicar un enfoque integral que combine intervenciones farmacológicas, conductuales y nutricionales, adaptadas a cada caso.
La ciencia continúa desarrollando herramientas cada vez más precisas para tratar la depresión. Comprender los mecanismos biológicos, personalizar los tratamientos y aplicar intervenciones basadas en evidencia constituyen los pilares de un abordaje moderno frente al creciente desafío global.