En el país de los presidentes presos, de las autoridades con más baja aprobación regional y de los accidentes vehiculares continuos, hay algo que pasa desapercibido en Perú. Un hecho que también lo distingue, pero positivamente, de sus vecinos: su rico patrimonio arqueológico.
Por lo general, la historia se aprende a través de los libros, de los historiadores que transmiten lo que aprendieron a las nuevas generaciones. En el país andino los sitios arqueológicos abren nuevas compuertas en una incesante recuperación de su vasta historia social.
«Por todos lados hay descubrimientos, en el Perú es inevitable», sostiene Luis Jaime Castillo Butters, profesor principal de Arqueología en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).
¿Pero qué hace al Perú un lugar tan especial para estos hallazgos? «Es la paradoja de la civilización, no aparece en lugares benignos, sino en lugares que retan a la cultura y la obligan a adaptarse aceptando características distintivas«, responde a RT.
Un terreno fértil
Lleno de antiguos asentamientos milenarios, el territorio peruano inclusive va más allá de Machu Picchu, la famosa ciudadela inca que se alza entre los Andes y anualmente recibe a una ingente cantidad de turistas.
«No es un territorio homogéneo, cada valle es diferente, lo que funcionaba en un lugar, no funcionaba en otro, eso generó la necesidad de que haya civilizaciones con diferente adaptación. Hay cualquier cantidad de sociedades y civilizaciones en todas partes», cuenta Castillo.
De hecho, para los académicos, la civilización más añeja del continente americano con más de 5.000 años de antigüedad está precisamente en Perú, pero no en el Cusco, sino en el valle de Supe (al norte de Lima), conocida como Caral.