Grayson Murray llevaba acumulados 2,42 millones de dólares según la lista del PGA Tour en 2024. Había ganado en enero el Sony Open en Hawai, el segundo torneo del año, con un putt de 14 metros en el desempate; había sido décimo en el Wells Fargo la semana pasada. Era el 58 del mundo y en dos semanas, por primera vez en su carrera, iba a enlazar tres grandes seguidos jugados con su participación en el US Open. Hablaba de que estaba curado. Pero en la madrugada del sábado se quitó la vida en un hotel de Texas.
Murray se había movido en el alambre en los últimos años. Jugaba al golf y bebía. «¿Que por qué estaba bebido? Porque soy un maldito alcohólico que odia todo lo que tiene que ver con la vida en el PGA Tour y esa es mi vía de escape. No han sido los que me llevaron a la bebida, pero en cinco años no he recibido una sola ayuda de ellos más allá de ‘nos comunicaremos con usted», soltó cuando el PGA Tour le suspendió por conducta indecorosa en 2021 después de un altercado ebrio en un bar de Hawai.
Siempre me veía a mí mismo como un fracasado. Pensaba que tenía mucho talento, pero que sólo sabía desperdiciarlo
No era la primera advertencia. En 2017 había recibido otra multa por verter críticas a Bryson DeChambeau y otros comentarios fuera de lugar. Con esa personalidad histriónica había provocado el sonrojo de los dirigentes del circuito cuando, como motivación dijo, ofreció a una modelo de playboy ser su caddie en los pares 3 del Masters de Augusta, torneo al que no accedió hasta en 2024 cuando ya parecía estar curado de este tormentoso pasado.
«Era un universitario normal. Apareció en Arizona State procedente de Wake Forest y estuvo un año. Jugaba muy bien y fuera del campo hacía lo que el resto de universitarios», dice una persona que coincidió con él en el campus de Tempe a este periódico. Se alineó en los devils con Jon Rahm en el curso de 2014-15