¿El ayuno intermitente puede proteger el cerebro del deterioro cognitivo?

¿El ayuno intermitente puede proteger el cerebro del deterioro cognitivo?

El ayuno intermitente es un patrón alimentario que alterna períodos horarios de alimentación. En lugar de focalizarse en qué consumir, el enfoque se centra en cuándo comer.

En la actualidad, se convirtió en una dieta popular para bajar de peso o controlarlo, como muestran diversos estudios. También se lo ha promocionado como una forma de restablecer el metabolismo, controlar las enfermedades crónicas, retardar el envejecimiento y mejorar la salud general, según otro estudio.

Algunas investigaciones sugieren que el ayuno intermitente puede ofrecer una forma diferente para que el cerebro acceda a la energía y brinde protección contra enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.

Según la investigadora Hayley O’Neill, profesora asistente de la Facultad de Ciencias de la Salud y Medicina de la Universidad Bond, Australia, esta no es una idea nueva: los antiguos griegos creían que el ayuno mejoraba el pensamiento, explicó la experta en un artículo en The Conversation, de acuerdo a un estudio.

¿Qué es el ayuno intermitente?

El ayuno intermitente consiste en períodos cortos de restricción calórica (energética) en los que se limita la ingesta de alimentos durante 12 a 48 horas (generalmente de 12 a 16 horas por día), seguidos de períodos de ingesta normal de alimentos. El componente intermitente significa una recurrencia del patrón en lugar de un ayuno “único”.

En los últimos tiempos, el ayuno intermitente ha ganado popularidad debido a sus posibles beneficios para la salud. Algunos de los postulados son la pérdida de peso y grasa corporal, la mejora de la sensibilidad a la insulina, la reducción de la inflamación, la promoción de la autofagia (un proceso de limpieza celular) y una mejora en la salud del cerebro. Sin embargo, desde hace años, este tipo de dieta genera un intenso debate académico entre los expertos en nutrición, con fuertes detractores y defensores, que investigan cuáles pueden ser los efectos de esa dieta.

Anteriormente, el reconocido doctor Alberto Cormillot explicó en Infobae que lo único que posterga el ayuno intermitente “es la próxima comida”. El especialista en obesidad sostuvo que este tipo de dieta “es una manera moderna de lo que siempre se conoció como saltear comidas”.

Recientemente, el Instituto Mexicano de Seguridad Social (IMSS) advirtió los potenciales riesgos del ayuno intermitente: Lilia Hernández Alvarado, coordinadora de Nutrición del Órgano de Operación Administrativa Desconcentrada del IMSS en Zacatecas, señaló que entre sus desventajas está que, al poner al cuerpo en una situación de déficit de calorías, no es una opción a largo plazo y puede generar efectos secundarios como sensación de hambre, irritabilidad, náuseas, dificultad para concentrarse y ansiedad.

Cuatro efectos del ayuno intermitente en el cerebro

Cetosis. “El objetivo de muchas rutinas de ayuno intermitente es activar un “interruptor metabólico”, según un estudio, para pasar de quemar predominantemente carbohidratos a quemar grasas. Esto se llama cetosis y generalmente ocurre después de 12 a 16 horas de ayuno, cuando se agotan las reservas de glucógeno y del hígado. Las cetonas, sustancias químicas producidas por este proceso metabólico, se convierten en la fuente de energía preferida del cerebro”, explicó O’Neill.

Sincronización circadiana. Comer a horas que no coinciden con los ritmos diarios naturales del cuerpo puede alterar el funcionamiento de los órganos. Las personas que trabajan por la tarde, la noche o en turnos rotativos, tienen un mayor riesgo de obesidad, enfermedades cardíacas y diabetes, según estudios. Pero adoptar un patrón de alimentación que se alinee con el ritmo circadiano puede reducir estos riesgos.

3. Mitocondrias. El ayuno intermitente puede proporcionar protección cerebral al mejorar la función mitocondrial, el metabolismo y reducir los oxidantes, según investigaciones.

 El eje intestino-cerebro. El intestino y el cerebro se comunican entre sí a través de los sistemas nerviosos del cuerpo. El cerebro puede influir en cómo se siente el intestino y este puede afectar el estado de ánimo, la cognición y la salud mental.