Un evento aislado

Un evento aislado

El hecho de nacer el mismo día que una figura que admiras me pareció una hermosa casualidad, sin embargo, un mal comportamiento de adolescente cambió todo.

La directora de la escuela donde estudiaba para entonces entendió que había que castigar la osadía de saltarme una clase, así que decidió que debía leer una obra literaria y hacer un resumen como recompensa a la maestra de literatura. Fue fácil escogerla, porque entendía que Cuentos escritos en el exilio estaba «muy quemado», y que María, de Jorge Isaac, era una ñoñería muy cursi para mi gusto, entonces fue sencillo para mí elegir Hostos, el sembrador, de Juan Bosch.

Confieso que cada página fue un trago amargo para mí porque me preguntaba: ¿cómo pudo alguien tan exitoso y noble pasar por todas esas vicisitudes? Pero el tiempo corría y no podía dejar que la pena que sentía por un personaje de un libro hiciera que me atrasara.

Finalmente entregué mi resumen con opinión personal del autor del libro, lo cual me valió la simpatía de la maestra por el resto del año escolar. Lo consideró magistral, y conforme yo iba leyendo mi tarea, veía cómo la maestra casi saboreaba mi exposición.

En 2009, casi una década después, para mi sorpresa, el director del Departamento de Descripción en el Archivo General de la Nación me informa que debo dar asistencia a la Fundación Juan Bosch. Ya que para el centenario de su natalicio tendrían una gran exposición de documentos sobre su vida y obra, así que aquí iba yo, a conocer al profesor varios años después de su muerte. ¿Ustedes se imaginan lo atónita que quedé con esta noticia? Tendría un encuentro similar al que tuvo el profesor con Hostos.

En mi paso por la Fundación Juan Bosch, debí haber leído el prólogo de Hostos, el sembrador más de cien veces, es que lo que me estaba pasando no me lo creía, era una maravillosa coincidencia y una vivencia mágica que se convertiría en inolvidable para mí.

Pero esto no queda ahí. Cada día de trabajo como archivista en ese lugar conocía más de Bosch: su devoción por su familia, sus valores inquebrantables y la admiración que muchos sentían por él. Un día encontré un telegrama arrugado, como si hubiese estado envuelto en un bollito. Su contenido era breve y en él requerían la validación del profesor para solicitar fondos para actividades partidarias. Le pregunté a mi asesor, que es un estudioso de la vida y obra de don Juan: “¿usted cree que se haya molestado y lanzado el papel al piso, a juzgar por el contenido?”. A lo que me respondió. “En efecto, probablemente esto fue lo qué pasó. Tal vez Diómedes Núñez te puede confirmar”.

Y así fue como conocí al profesor Juan Bosch varios años después de su muerte, el día de su cumpleaños: nuestro cumpleaños. Por eso, cada 30 de junio, lo rememoro agradecida por habernos dado tanto.

Un evento aislado a veces puede inspirarnos 💗