Djokovic vence a Alcaraz y conquista el oro olímpico

El viejo rey ya puede descansar en paz. Novak Djokovic vence a Carlos Alcaraz por 7-6(3) y 7-6(2) en 2h 50m de infinita batalla en la final de los Juegos en Roland Garros y a los 37 años atrapa por fin el último gran título que le faltaba en su maravillosa carrera. 

El ganador de 24 grandes se sienta en el olimpo junto a Steffi Graf, Andre Agassi, Rafa Nadal y Serena Williams como los únicos tenistas de la historia que presumen de las cuatro coronas del Grand Slam y del oro olímpico. Y solo el británico Josiah Ritchi, en la prehistoria de los Juegos de 1908, le supera en longevidad entre los vencedores individuales masculinos de los Juegos.

Su gesta se agranda por la dimensión del rival, el rey que viene. Carlos Alcaraz pierde su primera gran final después de apuntarse un US Open, dos Wimbledon y un Roland Garros, y acaricia el honor de ser el oro olímpico más joven. Esta vez la historia tiene que esperar porque delante emerge un hombre citado con su destino. París asiste a una obra de arte con raqueta.

El primer (simbólico) punto se lo juegan desde los vestuarios. Son las dos de la tarde y por una puerta en un fondo de la pista central asoman los gladiadores. Cuando cambian la penumbra por el sol de la Chatrier, ambos descubren lo que les espera. Salta primero a la arena Alcaraz, y rompe en aplausos la grada, que desea ver en él a un nuevo Nadal. Le sigue Djokovic, y esta vez no hay silbidos ni reproches, sino el reconocimiento a un campeón que no se cansa de alimentarse.

Los dos gigantes cruzan golpes repletos de dinamita en el juego inaugural. Alcaraz inventa una dejada, un aviso de que el partido no será solo un intercambio de cañonazos, pero el serbio tiene el brazo fuerte para exprimir la ventaja del saque. La siguiente parada ofrece una escena nueva hasta ahora en estos Juegos en Roland Garros. “¡Nole! ¡Nole!”, vocifera la pista con un misil del serbio, una derecha cruzada que silba por encima de la red. “¡Carlos! ¡Carlos!”, responden otros tras el punto siguiente, a favor del español.

París deseaba degustar buen tenis, sin importar de qué lado de la pista llegara. Y el plato no podía ser mejor. Qué sangre fría del español para otra delicada dejada cuando Djokovic disfrutaba de una ventaja al resto, un truco que explota como nadie.