¿Recuperará esta su brillo?
Por: Yarit Ortiz
Montecristi fue fundada como una villa en el año 1506 por Nicolás de Ovando en compañía de un grupo de trabajadores de la tierra, siendo uno de los primeros asentamientos oficiales en esta localidad.
Según las Crónicas del padre Bartolomé de Las Casas, para el año 1492 el almirante Cristóbal Colón en su primer viaje a la isla, dio el nombre de Monte Cristo a una ciudad ubicada en el noroeste del país, a la que describió como «un monte muy alto, que quiere parecer isla pero no lo es».
En sus primeros años de fundación no todo fue crecimiento continuo, por órdenes del rey de España Felipe III se llevaron a cabo las Debastaciones de Osorio, que consistieron en la movilización de los ciudadanos a las proximidades de Santo Domingo y otras localidades, con el interés de reducir el contrabando de pieles, biblias luteranas y otros insumos en esta parte de la isla.
Para el general retirado, José Miguel Soto Jiménez, “Las devastaciones de Osorio dieron origen a la destrucción de Montecristi y años más tarde, en 1751 inició el proceso de asentamientos de familias procedentes de islas canarias y su reubicación, que dieron lugar a un nuevo capítulo en su historia y a su desarrollo exponencial”.
Un tratado para la libertad
Montecristi vio nacer figuras destacadas, hombres valientes y aguerridos que dejaron su huella en la historia de la República y consigo la sede de eventos de gran trascendencia.
Por su experiencia militar, Máximo Gómez conocía de la importancia estratégica y geopolítica de Montecristi, lugar de la firma de uno de los acuerdos más importantes para el pueblo cubano; un tratado que puso sobre la mesa las necesidades y exigencias de una nación que pedía su libertad.
Respeto a la población, la reivindicación de la sangre derramada durante la guerra de los Diez Años y cómo la lucha armada no era contra el español sino contra el colonialismo peninsular, decía el primer mandato del más importante documento redactado por el poeta cubano José Martí y el general Máximo Gómez, el Manifiesto de Montecristi, el tratado de la libertad.
Un paraíso histórico
Rodeada por cálidas playas, parques naturales y una gran biodiversidad, Montecristi constituye un gran paraíso histórico.
“Como manzo dromedario que parece internarse en el medio del mar”, se devela ante los ojos de sus visitantes el majestuoso monumento natural, el Morro de Montecristi”, así lo describió el general retirado Soto Jiménez.
El patrimonio histórico material de la ciudad está compuesto por el Reloj Público, adquirido por contribución popular, fabricado por el relojero Jean Paul Garnier en Francia y traído por el entonces antiguo puerto el 11 de marzo de 1895 e inaugurado el 29 de junio de ese año.
Como una magnífica obra que engalana y representa la cultura y la gente de esta hermosa provincia, así describe para Reseñas, el maestro e historiador, Eugenio Galán.
“Este reloj marcará muy pronto la redención de Cuba”, así expresó José Martí al momento de su inauguración el 29 de junio de 1895, según informaciones ofrecidas por el Ayuntamiento Municipal en su portal digital.
En ese sentido, Soto Jiménez afirma que Montecristi fue en un momento determinado un verdadero polo de poder económico por los efectos del puerto. Asimismo, destacó los aportes de la Casa Jiménez que constituyó un centro de referencia comercial.
Otro de los atractivos turísticos de esta paradisíaca ciudad, es la casa museo del poeta y político Jose Martí, la cual fue cuna de las ideas para la liberación de Cuba.
Caminar por sus calles en torno al reloj público es un viaje al pasado, como afirma el también historiador Soto Jiménez, “pareciera que Montecristi está durmiendo una siesta larga envuelta en el sopor y la brisa del mar”.
Sus casas victorianas que en una época fueron un símbolo de poder adquisitivo y estatus, hoy se encuentran sumidas en un letargo y deterioro producto del descuido, como afirman sus ciudadanos.
Ante esta realidad el general retirado Soto Jiménez comentó a Reseñas que “el gobierno debe sacar las casas del letargo y renovarlas. Montecristi está cargado de historia y no solo del pasado remoto, sino también del contemporáneo, aún queda mucho por hacer”.
Más allá del valor arquitectónico, las edificaciones cuentan la historia de su gente y su cultura.