Juan Bosch y su reputación

Juan Bosch y su reputación

113 aniversario del natalicio del maestro y político Juan Bosch 

De todo lo que puede ostentar un político, la prenda más apreciada y perdurable es su buena reputación,  un intangible que no se puede salir a comprar ni con todo el dinero del mundo. 

Aunque la evolución de la sociedad en las últimas décadas nos da a entender lo contrario, el valor de la integridad personal cobra mucho más fuerza y relieve que décadas atrás cuando otros elementos, escasos ya, contribuían al fortalecimiento de la imagen reputacional, sin importar el ámbito de su desempeño.

Hablar del intangible clave de la reputación en el ámbito político es como buscar una aguja en el granjero. En cualquier esfera de la vida de las personas, la reputación tiene gran trascendencia,  objetivo al que se debe aspirar.

En la sociedad dominicana, desde su fundación hasta estos tiempos, se cuentan con los dedos de las manos los personajes que incursionaron en la política, cuya reputación se ha mantenido incólume e ilumina como el sol a pesar del tiempo. 

Los propios padres fundadores fueron ejemplos de integridad, construyeron una imagen que después de 178 años de fundada la República, su estatura moral crece ante los ojos de sus conciudadanos. Contemporáneos de aquellos hombres por sus hechos no preservaron su imagen. Todo lo contrario, en las distintas etapas históricas encontramos figuras políticas que mancillaron su nombre. 

En sentido opuesto a aquel, un puñado ha seguido el ejemplo dado por Juan Pablo Duarte, Matías Ramón Mella, María Trinidad Sánchez, Concepción Bona, Juana Saltitopa, Gregorio Luperón, Antonio Duvergé y Rafael Tomás Fernández Domínguez, por solo citar algunos. Con el pasar del tiempo sus estaturas éticas y moral se engrandecen.

La integridad de algunos de nuestros prohombres es un adorno difícil de mostrar entre una legión de dominicanos y dominicanas que descollaron en la política. 

Juan Bosch es uno de esos hombres que dejó un legado ético y moral que sirve de paradigma a una generación aparentemente apabullada por los antivalores. Un líder que mientras más pasan los años, su nombre se agiganta en el firmamento político.

Su recia reputación, esculpida con honestidad personal y con acciones políticas diáfanas, le reserva desde ya un lugar privilegiado entre los políticos de la generación posdictadura. 

Las campañas sucias y las diatribas más despiadadas no mellaron su reputación como político íntegro, hombre de bien y amante de su patria. Bosch, de una gran sensibilidad social, arribaría este 30 de junio a sus 113 años de nacimiento.

En estos tiempos donde las ideologías más “progresistas” han sucumbido en el oro corruptor, el caudillaje repentino y en un nepotismo trasnochado, la imagen del político y escritor emerge como muro para enseñar el largo pero perdurable camino de la honestidad.

La trayectoria literaria de Bosch es indivisible de su quehacer político. Las dos actividades desarrolladas por él, se entrecruzan para engalanar la imagen de un hombre que se convirtió en orfebre de ambas, cosechando éxitos que pocos dominicanos han logrado en esas dimensiones. 

Su gran obra política no se encuentra en los grandes proyectos en los que se enroló: invasión de Cayo Confites, los partidos Revolucionario Dominicano (PRD) y de la Liberación Dominicana (PLD), sino la escuela política fundamentada en el valor intangible de la integridad, que es un elemento visualizado en muchos de los personajes de sus cuentos y novelas.

Bosch, además de su legado reputacional en el ámbito político, enseñó el camino que deben seguir nuestros jóvenes en dos actividades humanas tan absorbentes como la actividad partidaria y la literatura.